viernes, 14 de marzo de 2008

WILSON, EL MÁS GRANDE


Mañana es 15 de marzo.
Mañana se cumplen veinte años de la desaparición física del más grande de los nuestros, de Wilson Ferreira Aldunate.
Cuando tomé la decisión -por Wilson- de ingresar al Partido Nacional, con 17 años, yo miraba con incomprensión a los "viejos" que integraban el Herrerismo (en aquél momento dividido y con otros nombres), que en forma nostálgica recordaban a Herrera, anclados en un pasado partidario que ya no existía e impedidos de disfrutar ese presente de "viento nuevo soplando en viejas banderas" que Wilson construía, para regocijo de los jóvenes que nos sumábamos de a miles al Partido Nacional.
Hoy me enfrento al desafío de recordar a Wilson, de presentárselo a las nuevas generaciones, sin caer en el agridulce y destructivo sentimiento de vivir en el recuerdo de lo que ya no volverá a ser.
¿A quién estamos recordando?
Electo Diputado en 1958, Senador en 1962, ministro de Ganadería del gobierno blanco de esa época -reconocido como el mejor de todos hasta por el saliente ministro Mujica-, impulsor de la CIDE, órgano de análisis y desarrollo económico, que realizó un contundente diagnóstico de la situación del país y de las medidas a llevar adelante para superar la crisis que entonces ya se vivía. En 1966 es reelecto Senador, y recordado por sus interpelaciones a los ministros del gobierno de Jorge Pacheco Areco, que provocaron las renuncias de los mismos.
En 1971, en fórmula con el Prof. Carlos Julio Pereyra, gana las eleciones nacionales, pero en un ya reconocido fraude electoral, se proclama ganador al candidato del Partido Colorado Juan María Bordaberry por 12.000 votos.
Bordaberry es quien, posteriormente, en 1973, encabeza un golpe de Estado con las Fuerzas Armadas. Wilson pasa a ser el más combativo enemigo de la Dictadura, al punto que en el año 1976 la misma realiza un operativo en Buenos Aires en el cual matan a Zelmar Michelini (Frente Amplio) y a Héctor "Toba" Gutiérrez Ruiz (Partido Nacional), logrando Wilson escapar cuando se dirigían a matarlo a él.
Las denuncias llevadas adelante por Wilson contra la dictadura en los ámbitos internacionales provocan el retiro del apoyo económico y militar internacional al gobierno de facto. Esto desencadena un proceso de caída del gobierno militar, que se acelera en 1980 luego de fracasar en imponer una reforma constitucional que intentaba perpetrarlos en el poder. En 1982 se realizan elecciones internas en los Partidos políticos (sin el Frente Amplio), y las listas afines a Wilson obtienen una victoria aplastante dentro del Partido Nacional. La llegada de Wilson a la Presidencia parecía inevitable.
Sin embargo, la dictadura mantiene la proscripción sobre Wilson, y le impide ser candidato.
El 16 de junio de 1984 regresa al país y es detenido y encarcelado, siendo liberado pocos días después de las elecciones, ganadas por el candidato colorado Julio María Sanguinetti, quien había acordado con los militares en el Club Naval, conjuntamente con la dirigencia del Frente Amplio, la prisión de Wilson y la ausencia de castigo para los responsables de la dictadura. Resultó obvio que era condición indispensable para que esto sucediera que ganara el Partido Colorado, y que para ello era necesario silenciar a Wilson.
Apenas liberado, realiza un discurso memorable en la explanada de la Intendencia de Montevideo, convocando a la reconciliación entre los uruguayos, necesaria para dejar atrás la posibilidad de un retorno militar, y anuncia, sin revanchismos, su compromiso de darle gobernabilidad al gobierno que pactó su prisión.
El 15 de marzo de 1988 Wilson, víctima de cáncer, fallece. Sus restos fueron velados en la casa que tanto defendió -el Palacio Legislativo-, y miles de personas acompañaron a los mismos desde el Palacio al Cementerio del Buceo. Abría el cortejo fúnebre una delegación de la Juventud de Por La Patria (su movimiento político), encabezado por un joven que portaba la bandera nacional, y, detrás de él, varios jóvenes portando la bandera del Partido Nacional. El joven que en aquel entonces encabezó el cortejo con el pabellón nacional desde el Palacio Legislativo hasta el Cementerio del Buceo, el último en acompañar a Wilson con su bandera, es hoy el autor de estas letras. Ya no joven, pero tan blanco y tan wilsonista como en aquellos días. Este es el recuerdo más hermoso, pero también el más ingrato, que cargo desde hace veinte años.
Pero no es con nostalgia y dolor que debemos recordar a Wilson, sino con alegría.
Con el compromiso de seguir trabajando para que su pensamiento, tan vigente aún, continúe iluminando el camino. Y personalmente convencido que si bien Wilson trasciende a los grupos políticos y es una figura nacional, hay un sector del Partido Nacional que representa más cabalmente sus ideas y su fuerza, y este sector es Alianza Nacional.
Y el 1º de marzo de 2010, cuando el wilsonismo llegue al gobierno, y Jorge Larrañaga se convierta en el Presidente de todos los uruguayos, caminaré, como hace veinte años, el camino desde el Palacio Legislativo hasta la tumba de Wilson, depositaré una flor blanca, y le diré, con la esperanza que desde donde esté pueda escucharme:
-¡Jefe, tarea cumplida!

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