sábado, 19 de junio de 2010

ARCHIVOS DE LA MEMORIA I: HACIA EL REGRESO DE WILSON EN 1984 (8ª PARTE)


Wilson Ferreira y su hijo, confinados en un regimiento del interior de Uruguay, a 250 kilómetros de Montevideo

CARLOS ARES, ENVIADO ESPECIAL, - Montevideo - 18/06/1984

El líder político uruguayo Wilson Ferreira Aldunate y su hijo Juan Raúl, detenidos el sábado a su llegada al puerto de Montevideo, se encuentran alojados en una unidad militar de la ciudad de Paso de los Toros, ubicada en el centro del país, unos 250 kilómetros al norte de la capital.

La versión que circuló ayer en Montevideo fue confirmada por los vecinos del cuartel, que el sábado por la noche vieron llegar el helicóptero que los trasladaba Paso de los Toros es una pequeña ciudad de 20.000 habitantes que pertenece a la región militar número 3.

Su principal actividad gira al rededor de los cuatro regimientos militares instalados en la zona. Wilson y su hijo están juntos en un batallón del arma de ingenieros.

En conferencia de prensa ofrecida el mismo sábado por la noche, el ministro del Interior, general Julio Rapela, dijo que los detenidos habían sido trasladados a una unidad militar ubicada fuera de Montevideo, pero se negó a confirmar si era efectivamente la de Paso de los Toros.

El ministro sólo aclaró que Wilson había rechazado el abogado que le ofrecieron y que se encontraba ya a disposición del juez militar que interviene en la causa.

El coronel Federico Silva Ledesma, presidente del Supremo Tribunal Militar, recordó que el dirigente del Partido Nacional y su hijo están acusados desde 1976 por "asistencia a la asociación subversiva, un delito que puede ser excarcelable; pero desde entonces ocurrieron muchos hechos que pueden hacer variar la calificación, y será el juez militar quien determine si ahora es excarcelable o no".

En la conferencia de prensa que el ministro del Interior ofreció ante más de 50 periodistas de todo el mundo sólo quedó en claro que "las proscripciones políticas que rigen para las próximas elecciones podrían levantarse si se llega a un acuerdo previo".

El Gobierno militar uruguayo estaría dispuesto incluso a que Wilson Ferreira Aldunate participe como candidato de su partido si acepta las condiciones impuestas por las Fuerzas Armadas.

Los generales uruguayos insisten en que "aquí no habrá rendición de cuentas ni revisión ni juicios sumarios; esto no es Argentina".

Cuando le preguntaron por tercera vez dónde habían sido trasladados los detenidos, el ministro del Interior contestó: "¿Por qué se lo tengo que informar? Yo lo sé pero no se lo voy a decir".

En esos términos se desarrolló la rueda de prensa.

Había sido anunciada por radio y televisión, y a la hora fijada para el comienzo, los cronistas, fotógrafos, cámaras de la televisión y algún curioso se agolpaban frente a la mesa de entrada del ministerio.

La única credencia para el ingreso era el documento de identidad personal, que se arrojaba sobre un mostrador.

En el primer piso de un antiguo edificio, y dentro de un despacho demasiado pequeño, el ministro ofreció primero una versión oficial de los hechos con datos muy subjetivos.

Redujo de 50.000 a 20.000 personas la asistencia a la manifestación organizada por el Partido Nacional y el Frente Amplio, y, aunque se mostró satisfecho porque toda la jornada transcurrió "en calma y orden", aclaró que horas más tarde se detuvo a varios asistentes al acto.

Desbordado
En cuanto aceptó que le hicieran preguntas, el general Rapela se vio desbordado, hasta el punto de quedarse sin respuesta en algunas de ellas.

No logró explicar, por ejemplo, cómo tendrían que hacer los periodistas uruguayos para dar a conocer sus declaraciones sobre un hecho cuya mención permanecía estrictamente censurada y prohibida por una disposición oficial.

La convención del Partido Nacional, se mantuvo ayer en sesión continua, después del cuarto intermedio previsto en la semana para que varios de sus dirigentes viajaran a Buenos Aires y regresaran en el llamado barco de la libertad.

Luego de un prolongado debate, la mesa directiva de la convención ratificó una moción aprobada hace 10 días en la que advertía al Gobierno que la detención de Wilson y su hijo "es un obstáculo insalvable" para continuar la negociación con los militares.

A media tarde de ayer, circuló por la capital uruguaya la consigna de iniciar poco después un caceroleo, consistente en golpear cacerolas, con el propósito de llamar la atención en Montevideo sobre la retención del líder blanco y de su hijo Juan Raúl.

El País, Madrid

50.000 personas piden en Montevideo la liberación de Wilson Ferreira

CARLOS ARES - Buenos Aires - 18/08/1984

Más de 50.000 manifestantes del Partido Nacional uruguayo reclamaron el jueves por la noche, en el centro de Montevideo la libertad de su líder Wilson Ferreira Aldunate, detenido en un cuartel militar desde hace dos meses, tras regresar a su país al cabo de 11 años de exilio.

El palco de oradores se instaló en el cruce de la tradicional avenida del Dieciocho de Julio -la más importante de la ciudad- con la calle de Amorín, frente al edificio de apartamentos donde vive Susana Sienra, esposa de Wilson.

Sólo una enorme pancarta en la que se leía la consigna "Por un Uruguay democrático sin exclusiones" rodeaba la improvisada tarima.

Se leyeron numerosas adhesiones de distintos partidos y organizaciones internacionales y un mensaje de Juan Raúl Ferreira, hijo de Wilson, que fue detenido en el mismo momento que su padre, aunque su liberación ya ha sido anunciada por el fiscal militar.

La demora en el trámite de excarcelación responde al interés del Gobierno porque Juan Raúl no pudiera participar en este acto ni en la convención de su partido, que se celebrará el domingo por la tarde.

Rechazo de la negociación
El profesor Carlos Julio Pereira, candidato a vicepresidente del Partido Nacional, cerró el acto con una encendida arenga en la que aseguró que los blancos, como se llama a los militantes del partido, van a enfrentar por todos los medios el acuerdo alcanzado entre el resto de la oposición política y el Gobierno militar.

La multitud, que soportó inmóvil la lluvia y el frío, respondió alzando sus banderas y pancartas, en las que se destacaban los no al pacto.

El canto más repetido de la noche insistía "Olé, olá, les guste o no les guste, no vamos a negociar".

La carta personal de Wilson Ferreira Aldunate en la que anuncia su renuncia a la candidatura presidencial no fue leída en el acto.

El texto completo se conocerá el domingo por la tarde, en el seno de la convención que debe decidir la estrategia inmediata del partido.

El viernes, los dirigentes blancos fueron autorizados por primera vez a visitar a Wilson en el cuartel de la ciudad de Trinidad, unos 200 kilómetros al norte de Montevideo, donde se encuentra detenido.

En esa reunión, en la que participaron Juan Pivel Devoto, presidente del directorio del partido, se resolvió proponer en la convención de mañana que el Partido Nacional participe en las elecciones nominando a otros candidatos.

Wilson convenció a sus compañeros con varios argumentos.

El Partido Nacional aparece como ganador de las elecciones -aunque por escaso margen-, según encuestas privadas encargadas por sus dirigentes.

La elección no sólo determinará quiénes van a ocupar los cargos más altos de la Administración, sino que además fija el número de delegados que tendrá cada partido en la próxima Asamblea Constituyente, que aprobará o no las reformas a la Constitución.

Si los blancos no participan en las elecciones, no tendrán luego voz ni voto para oponerse a la legalización del acuerdo que pretenden los militares.

El País, Madrid

jueves, 17 de junio de 2010

ARCHIVOS DE LA MEMORIA I: HACIA EL REGRESO DE WILSON EN 1984 (7ª PARTE)


La larga travesía de un ilustre exiliado
Wilson Ferreira cruzó el río de la Plata para caer en manos de los militares


MARTÍN PRIETO, ENVIADO ESPECIAL, - Montevideo - 18/06/1984


A las 10 horas del sábado, siete unidades navales uruguayas interceptaban en el río de la Plata a la motonave Ciudad de Mar del Plata, que, bajo pabellón argentino, trasladaba a Montevideo a Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Blanco y candidato presidencial a las elecciones de noviembre; a su hijo Juan Raúl, ex presidente de Convergencia Democrática -agrupación de exiliados de todos los partidos-, y a 524 personas más, entre ellas 190 periodistas internacionales.

Fue una aparatosa demostración que retrata todo el desasosiego de esta dictadura militar.

El Ciudad de Mar del Plata fue obligado a parar máquinas y echar el ancla al traspasar las aguas jurisdiccionales uruguayas.

Una patrullera costera, con su ametralladora de popa desmontada, una Zodiac sobre cubierta, un sillín de trasbordo naval de personas y dos hombres ranas, además de su dotación correspondiente, abarloó el vapor de la carrera Buenos Aires-Montevideo abordándolo por la popa.

Dos oficiales, uno de ellos médico, subieron a bordo mientras los uruguayos que acompañaban a Wilson Ferreira entonaban a voz en cuello desde los puentes el himno nacional ("...tiranos, ¡temblad! ¡Libertad, libertad, libertad...!").

La bruma fluvial era deshilachada por cañoneras, guardacostas, un destructor...

Una patrulla de tres aviones sobrevolaba a mediana altura el punto de intercepción.

Wilson Ferreira y su hijo fueron convocados al puente de mando, donde se les instó a abandonar la motonave y transbordar a la patrullera.

Ferreira Aldunate ya había anticipado su negativa a una propuesta de este tenor ("y es muy difícil obligar a un hombre a transbordar").

Otros seis oficiales, entre ellos el prefecto naval de Montevideo, abordaron armados el Ciudad de Mar del Plata, tomaron el mando del buque e impidieron al pasaje el uso de la radio, por más que Radio Belgrano, de Buenos Aires, y una emisora montevideana, que grabó la emisión sin emitirla, radiaban sus crónicas a las dos orillas del Plata pirateando las antenas del barco.

Dos horas después del abordaje, tras dudar Montevideo entre desviar el buque a Colonia -frente a Buenos Aires y atrás de su derrota- o a Punta del Este, más allá de la capital uruguaya, se decidió esta última opción.

Wilson y su hijo pudieron hablar con los periodistas en uno de los puentes, anunciando su detención e incomunicación y el nuevo rumbo del vapor.

En el ambiente de a bordo -tranquilo, pese a la guerra de juguete celebrada en su alrededor- el comentario era generalizado: "Miren lo que hace la dictadura cuando una familia pretende pacíficamente regresar".

El buque, ya con gobierno naval uruguayo, tiró tres cuadrantes, rompió el cerco y puso rumbo a Punta del Este escoltado por tres cañoneras a estribor.

Muchos montevideanos, enterados por las radios argentinas de la interceptación y cambio de rumbo, tomaron sus coches y se dirigieron a la ciudad-balneario de la gran burguesía de los dos países.

En el comedor del buque se reunía en una mesa todavía con los manteles sucios el directorio del Partido Blanco, que viajaba a bordo.

Los oficiales uruguayos en el gobierno de la nave no hicieron notar su presencia.
El día anterior, a las nueve de la noche, el Ciudad de Mar del Plata zarpaba de la dársena sur del puerto de Buenos Aires, entre extraordinarias medidas de seguridad que incluían una última prueba con detector de metales en la misma plancha de la embarcación. Wilson Ferreira, absolutamente afónico, apenas pudo hacer escuchar a la multitud en el muelle otra cosa que "...éste es el único camino...".

Fuera de la bocana del puerto la nave siguió una derrota a la derecha de la demarcación binacional del Plata, procurando no penetrar en aguas uruguayas.

El exiliado en retorno y su familia presidieron la cena entre vítores y aplausos, y hasta la madrugada el bar del buque fue un improvisado escenario en el que se cantaron las canciones prohibidas y se tocó suavemente Candombe, supliendo la percusión con el golpetear de las manos sobre las mesas.

Cerca de la media noche la cañonera argentina de escolta se aproximó protectoramente para desaparecer enseguida en la noche cerrada.

Tras la interceptación y cambio, de rumbo, el ambiente a bordo continúa siendo tranquilo y mucho más emotivo que indignado.

El buque, siempre escoltado hasta Montevideo.

La ciudad parece destellar entre la bruma.

Con espejos y los faros de los automóviles se hacen señales a barco.

El pasaje, acodado en la amuras de babor, contesta reflejando el escaso sol con espejitos de bolso y polveras de señora.


Viraje en redondo


A la 13.30 horas, repasado, Montevideo, un calambre recorre el barco: se levanta la incomunicación por radio con Montevideo.

A los pocos minutos bajan de los camarotes superiores Wilson Ferreira y su hijo para almorzar en el comedor, convertido en plaza de la República.

La motonave reduce sus revoluciones y comienza un viraje en redondo.

La explosión: "¡Los milicos se acabaron, se acabaron volvemos a Montevideo!". Juan Raúl Ferreira confirma que el barco regresa a la capital y que él y su padre volverán a quedar incomunicados en 15 minutos más; que sólo se les ha autorizado a despedirse de sus correligionarios.

Wilson aprecia que esto es el triunfo del buen sentido, que siempre será una victoria popular y que pronto todos volverán a estar juntos.

Entre abrazos, se retiran a sus camarotes.

Nadie almuerza.

A las 14.15 horas el Ciudad de Mar del Plata enfila el canal del puerto montevideano precedido por dos remolcadores, seguido por tres lanchas Zodiac con buceadores de combate y sobrevolado por dos helicópteros.

El silencio se hace estruendoso al sobrepasar la escollera.

El puerto está tomado espectacularmente con tropas navales con casco y bayoneta calada, formadas en los malecones.

Se vuelve a cantar el himno y las consignas sobre Wilson.

Susana Ferreira y muchos uruguayos oran mansamente en el puente alto, recobrando su ciudad tras 11 años de exilio.

Tras una larga espera, Wilson desciende la plancha del barco seguido por su hijo.

Viste una zamarra con capucha juvenil, de gabardina, y, entre los oficiales que le custodian, da rápidamente media vuelta en el muelle y saluda al barco con los brazos en uve.

Son introducidos en una oficina de sanidad marítima y en media hora abandonan el puerto militarizado en dos helicópteros con destino a cuarteles no identificados de las proximidades de Montevideo.

A las seis de la tarde del sábado, horas después del arribo, el resto del pasaje del Ciudad de Mar del Plata fue introducido en autocares que, siguiendo a camionetas y motociclistas militares, recorrieron el puerto, desperdigándoles por diferentes salidas.

La dársena en la que atracó el vapor de la carrera era una ciudadela: acumulando contenedores se habían formado murallas de 50 metros de largo, compartimentando el puerto, y otros parapetos de dos pisos cerraban los accesos.

El despliegue militar era tal que movía a la broma de los inofensivos, hambrientos y derrengados ocupantes de los autocares ("si vosotros nos tenéis tanto miedo, no os preocupéis; más miedo os tenemos a vosotros").

Una hora más tarde, en el Ministerio del Interior, su titular, el general Rapela, recibía a los periodistas para una rueda de prensa sobre un retorno del que en Uruguay prácticamente no se puede escribir una palabra.

Un corresponsal anglosajón, algo cansado por toda la molesta guerra de papel padecida, le espetó: "¿No cree, señor ministro, que el recibimiento que ustedes han dispensado a Wilson Ferreira es propio de "1984"?"

Rapela dudó y terminó por contestar con absoluta ingenuidad: "Perdóneme, pero no comprendo su pregunta."

Obviamente, los militares uruguayos parecen no haber leído a Orwell, pero el sábado le hicieron el honor de llevar a la práctica sus predicciones.

El País, Madrid



Una manifestación pacífica esperaba al líder 'blanco' en Montevideo


CARLOS ARES, ENVIADO ESPECIAL, - Montevideo - 17/06/1984


El grueso de la manifestación convocada por el Partido Nacional (o Blanco) y el Frente Amplio para recibir al líder del primero, Wilson Ferreira Aldunate, a su regreso del exilio, se dispersó al mediodía en el centro de Montevideo, después de cantar el himno nacional uruguayo.

Por los altavoces los dirigentes insistían en recordar que se había dispuesto no marchar sobre el puerto.

"Si esto termina en paz, ganamos nosotros".

Unas 10.000 personas, de las 50.000 que se reunieron entre las 10 y las 11 de la mañana en la amplia avenida del Libertador Lavalleja, que llega hasta el palacio legislativo, cantaron el himno alzando las banderas partidarias y las manos con el signo de la victoria, mientras un helicóptero policial sobrevolaba la zona.

Hasta las últimas horas de la tarde seguían circulando automóviles adornados con banderas por el centro y en toda la ciudad sonaba un permanente eco de bocinas.

Los organizadores del acto -llamado Día de las Libertades por el Frente Amplio, y del Reencuentro y Unidad Nacional por el Partido Nacional- pactaron con la policía para que no interviniera, a pesar de que el Gobierno había prohibido expresamente cualquier manifestación pública.

Los efectivos policiales, montados en vehículos de asalto, patrullas y motocicletas, se desplazaron alrededor de toda la avenida, pero no se registraron detenciones ni se cortó el tráfico.

Nadie, ni siquiera los dirigentes políticos presentes, sabía entonces lo que estaba ocurriendo con el barco Ciudad de Mar del Plata, en el que viajaba Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Nacional, y su hijo Juan Raúl, quienes regresaban a Uruguay desde Argentina después de haber vivido desde hace 11 años en el exilio.

Algunos creían que el Ciudad de Mar del Plata ya había llegado a puerto y suponían que los líderes políticos habrían sido detenidos y trasladados fuera de Montevideo.

La radio El Espectador recibía información directa de sus cronistas, que viajaban en el barco, pero no la transmitía por la prohibición oficial vigente.

El País, Madrid

miércoles, 16 de junio de 2010

ARCHIVOS DE LA MEMORIA I: HACIA EL REGRESO DE WILSON EN 1984 (6ª PARTE)


El regreso del líder de la oposición uruguaya
El dirigente de la oposición Wilson Ferreira, arrestado cuando regresaba a Uruguay
El líder del Partido Nacional culminaba 11 años de exilio

CARLOS ARES ENVIADO ESPECIAL, - Montevideo - 17/06/1984

El líder del Partido Nacional uruguayo, Wilson Ferreira Aldunate, fue detenido en el barco de bandera argentina Ciudad de Mar del Plata, que le traía de regreso a su país después de 11 años de exilio, y abandonó por su propio pie el barco a las cuatro de la tarde, hora local (las nueve de la noche), hora peninsular, para ser trasladado más tarde en un helicóptero al Comando General de la Armada Uruguaya.

En Montevideo se registraron durante todo el día numerosas manifestaciones.

El barco de línea que habitualmente cruza el río de La Plata entre Buenos Aires y Montevideo fue custodiado hasta el límite internacional por un buque de la Prefectura Naval Argentina.

Ya en aguas jurisdiccionales uruguayas se le acercó una nave de la Armada y una lancha patrulla que le obligaron a fondear cuando se encontraba a siete millas del puerto de Montevideo.

Dos oficiales y un suboficial de la prefectura uruguaya ascendieron al barco y se presentaron ante el capitán argentino Víctor Rojas, con la orden para detener al dirigente político uruguayo y a su hijo Juan Raúl.

El Ciudad de Mar del Plata permaneció anclado más de media hora a unos 11 kilómetros del puerto sin que fuera posible divisarlo desde la costa, debido al banco de niebla que se extendía sobre el río.

El capitán prohibió el acceso a los periodistas al sector del puente de mando, donde mantuvo una reunión con Wilson Ferreira y los oficiales uruguayos encargados de detenerle.

El líder del Partido Nacional se resistió a entregarse voluntariamente y dijo que sólo lo sacarían de allí por la fuerza.

Ante la imposibilidad de ejecutar el arresto, los oficiales levantaron un acta que fue firmada por ellos y el capitán del barco.

Tras comunicarse con el comando de la Armada, le dieron al capitán la orden de desviar el curso del barco y dirigirse hacia la ciudad balnearia de Punta del Este, situada en el Atlántico, a unos 150 kilómetros hacia el noreste de Montevideo.

A las casi dos horas de marcha y tras una tensa negociación por radio, Wilson Ferreira recibió garantías sobre su vida y la de su familia y logró la asistencia de un abogado. El barco argentino rectificó entonces nuevamente su rumbo y regresó al puerto de Montevideo, donde atracó a las cuatro de la tarde.

El Gobierno militar garantizó al dirigente de la oposición la seguridad sobre su vida y la asistencia de un abogado.

El líder del Partido Nacional descendió por su propio pie del barco y primeramente fue conducido en helicóptero hasta el Comando General de la Armada, donde se negó a ser examinado por un médico militar.

Más tarde fue trasladado nuevamente en helicóptero hasta una unidad militar ubicada fuera de la ciudad.
El acuerdo entre el Gobierno militar y el dirigente político fue posible después de que se disolviera sin incidentes la manifestación convocada desde la mañana por sus partidarios en el centro de la ciudad.

Los organizadores, enterados de la negociación, convencieron a los asistentes para que no se trasladaran hasta la zona portuaria, tal como se había anunciado previamente.

El puerto fue tomado desde la noche anterior por efectivos del Ejército y la Marina.

Los contenedores de carga depositados en el muelle comercial fueron distribuidos detrás de las rejas unos sobre otros, hasta una altura que impedía la visión desde fuera hacia adentro.

La entrada principal al Comando General de la Armada, por una de cuyas puertas laterales salen los pasajeros que desembarcan, fue bloqueada con alambre de púas enrollado y convertido prácticamente en una trinchera.

Tres dotaciones de bomberos estaban listas para entrar en acción, y los soldados, vestidos con uniforme de combate y pertrechados con fusiles ametralladores, ocuparon posiciones detrás de las tanquetas y en los edificios altos frente al puerto.

Los reducidos grupos de personas que se formaron en las aceras y esquinas vecinas fueron obligados a alejarse y a circular hacia el centro de la ciudad.


Trámites aduaneros

Los casi 130 periodistas de todo el mundo que viajaron en el barco de Ferreira Aldunate, junto con dirigentes políticos, militantes y residentes uruguayos en Argentina especialmente invitados, fueron obligados a cumplir con rigurosos trámites aduaneros, y sólo pudieron salir del puerto en las primeras horas de la noche.

Entre el lunes y el martes se es pera que llegue a Montevideo un grupo de parlamentarios argentinos, que pedirán, de forma no oficial, ante el Gobierno militar uruguayo, por la libertad de Wilson Ferreira.

Los dirigentes del Partido Nacional gestionan además una intervención telefónica directa tanto del presidente argentino, Raúl Alfonsín, como del presidente del Gobierno español, Felipe González.

Los periódicos uruguayos habían acatado la medida impuesta por el Gobierno desde el miércoles, y se limitaron a transcribir nuevamente los comunicados oficiales que alertaban a la población sobre los "agitadores y grupos clandestinos que habrían ingresado al país".

El Consejo Nacional de Seguridad, integrado por la Junta de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y el presidente de la República, Gregorio Álvarez, permanecía reunido en sesión continua.

El coronel Pomoli, de la Dirección Nacional de Relaciones Públicas del Estado, como se denomina el servicio de inteligencia, admitió a esa hora que dos oficiales y un suboficial de la Prefectura Naval Uruguaya subieron al barco argentino, fondeado a siete millas del puerto, para detener a Ferreira Aldunate, pero éste se resistía a entregarse.

Ferreira, nacido el 28 de enero de 1919 en Nico Pérez, localidad situada al noroeste de Montevideo, vivió en el campo durante toda su juventud, lo que le permitiría presentar, durante su época de diputado, varias reformas de las estructuras agrícolas.

En 1966, el Partido Blanco perdió las elecciones, y Ferreira pasó al Senado.


'Procurador de la nación'

Ferreira Aldunate era denominado el procurador de la nación por sus partidarios, a causa de los virulentos ataques contra lo que denominaba los desbordes autoritarios del Gobierno colorado, que provocaron la dimisión sucesiva de los ministros de Economía, del Interior y de Industria entre 1967 y 1971.

Tras su exilio, el 7 de junio de 1976, se dirigió a EE UU para presentar ante el Congreso norteamericano la propuesta de suspender la ayuda militar a Uruguay.

Al día siguiente, el Gobierno militar de Montevideo lanzó una orden de detención contra él por presuntos contactos con la subversión.

Posteriormente, en 1983, Aldunate se trasladó a España, y posteriormente, a Buenos Aires. Su designación oficial como candidato del Partido Blanco a la presidencia de la República en los comicios del 25 de noviembre de 1984 se produjo en diciembre de 1983.


El regreso del líder de la oposición uruguaya
Los delitos imputados

- Madrid - 17/06/1984

La justicia militar uruguaya requiere la captura de Wilson Ferreira Aldunate bajo los siguientes cargos:
- Asistencia a la asociación subversiva.
- Ataque a la fuerza moral de las fuerzas armadas.
- Actos capaces de exponer a la República al peligro de represalias.

El tercero de los delitos mencionados se castiga con una pena mínima de seis años de penitenciaría y no es excarcelable.

Sin embargo, informaciones no confirmadas señalan la posibilidad de que el líder nacionalista sea excarcelado después de dictarse su procesamiento, manteniéndose a disposición de la justicia, e inhabilitado para participar en las próximas elecciones.

El País, Madrid

ARCHIVOS DE LA MEMORIA I: HACIA EL REGRESO DE WILSON EN 1984 (5ª PARTE) ENTREVISTA A WILSON FERREIRA


ENTREVISTA
El "desembarco" de Wilson Ferreira en Montevideo
El líder del Partido Blanco apuesta a "todo o nada" al regresar a su país


MARTIN PRIETO, - Buenos Aires - 17/06/1984


Al día siguiente del golpe de Estado militar de 1973, Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Blanco uruguayo y jefe de la oposición al Gobierno colorado, esperaba junto a su mujer, Susana, el despegue de un avión privado.

El aparato tenía permiso de despegue, pero la pequeña pista, dado el estado de sitio, se encontraba vigilada por las tropas.

El pequeño aeroplano comenzó a rodar por la pista.

Wilson y Susana salieron de los matorrales en los que estaban escondidos y corrieron hacia él.

Una portezuela se abrió y el matrimonio se tumbó en el suelo de la carlinga esperando los disparos.

Ferreira susurró a Susana al oído: "No me dirás que te he dado una vida aburrida".

Once años después, a las diez de la noche del pasado viernes, zarpaba del puerto de Buenos Aires el Ciudad de Mar del Plata, vapor de línea entre la capital argentina, y Montevideo, para desembarcar en Uruguay a Wilson Ferreira, ya candidato presidencial a las elecciones previstas para noviembre por la dictadura militar.

Nuestro corresponsal en el Cono Sur entrevistó a Ferreira poco antes de que embarcase.


Wilson Ferreira tiene 65 años y tres hijos de su matrimonio.

Le falta una asignatura para terminar Derecho, y dedicó toda su vida adulta a la política uruguaya dentro del Partido Nacional -o Blanco-, que sólo durante ocho años alcanzó a gobernar el país, dada la hegemonía electoral (siempre por unos escasos miles de votos) del Partido Colorado.

Blancos y colorados, en una traslación siempre peligrosa, podrían equipararse a los conservadores y laboristas británicos, o a los republicanos y demócratas estadounidenses.

Los blancos, representantes del campo y los ganaderos, siempre en buenos contactos con Argentina; los colorados, representantes de la pequeña burguesía urbana de Montevideo, siempre en buenos términos con el gigante brasileño.
Ferreira escapó de Buenos Aires tras el asesinato, en el que colaboraron los servicios de inteligencia militar argentina y de Uruguay, de Zelmar Michelini, senador, y de Héctor Gutiérrez, ex presidente de la Cámara de Diputados.

Fueron secuestrados y asesinados en la capital argentina en un operativo que incluía la muerte de Ferreira, a quien no pudieron encontrar.

Tras denunciar ante el Senado estadounidense las atrocidades de la dictadura castrense uruguaya, Wilson Ferreira se convirtió en la bestia negra de los militares.

Más de 500 personas le acompañan en el Ciudad del Mar del Plata, de bandera argentina, en su regreso al país tras 11 años de exilio.
El Gobierno de Montevideo, que preside nominalmente el general Gregorio (Goyo) Álvarez, ha prohibido a la Prensa cualquier mención directa o indirecta del regreso del líder blanco.

No parece que vuelva al país un líder político acompañado de 190 periodistas y correligionarios; parece que regresara una división armada con capacidad operativa de desembarco.

Desde la caída del sol el viernes se cerró la ciudad vieja de Montevideo, y el puerto está patrullado por tanquetas militares.

Helicópteros artillados sobrevuelan la ciudad, y las emisoras de radio emiten comunicados periódicos, enmarcados entre marchas militares, informando del presunto acceso al país de comandos terroristas, e intentando disuadir a la población de acudir a los aledaños del puerto para recibir al exiliado que vuelve.

No se alberga la menor de las dudas sobre que Ferreira y su hijo serán detenidos en cuanto atraque el vapor, y, a tenor de informes llegados desde Montevideo, serán trasladados directamente al siniestro penal de la ciudad de Libertad.

Sin ningún miramiento, a Ferreira se le reputa en Montevideo de físicamente cobarde; es posible que lo sea, como en el mismo sentido lo fue Manuel Azaña.

El jueves se encontraba transpuesto en la cama, en un hotel de Buenos Aires, quizá somatizando su futuro personal.

Pero el caso es que vuelve, y que lo hace en una apuesta de a todo o nada, para colocar a la nerviosa dictadura uruguaya ante sus propias contradicciones.

Pregunta. ¿No tiene miedo de ser asesinado a su regreso?

Respuesta. No. No se dan las condiciones objetivas para un regreso a la filipina. Podría tener temor en Buenos Aires, y ya se han encargado allí de protegerme en lo posible. Una vez en manos de los militares uruguayos sé que nada podrá pasarme. No tengo ninguna veleidad por ser un mártir y ya he repetido que harán conmigo lo que los uruguayos quieran que hagan. No pienso someterme a la jurisdicción uruguaya actual por cuanto rechazo su legitimidad, pero debo regresar a mi país.

P. Usted ha sido muy duro con las Fuerzas Armadas, pueden temer de usted una actitud revanchista.

R. No soy candidato a juez ni a fiscal. Soy candidato a presidente de la República. Los problemas acumulados se resolverán y a la satisfacción de todos, cuanto menos se crispe la gente. El Ejército uruguayo está muy equivocado respecto a mí y a mi partido. Lo quiere todo firmado, como en las ordenanzas españolas, y en política las cosas no siempre son así. Acaso sea una herencia de esas ordenanzas en las que un centinela -la centinela, en el mejor castellano- lo tiene todo organizado y programado, hasta tal punto que puede morir antes de conocer quién le asalta.
Yo no voy a destruir al Ejército uruguayo, sino que lo voy a dignificar, pero no terminan de comprenderlo.

P. ¿No es un precio excesivamente alto su candidatura a ultranza para la celebración de elecciones en Uruguay?

R. Mi partido no acepta que se lleven a cabo elecciones con proscripción de candidaturas a personas. Yo no sé qué pensarán en la Europa democrática de nuestra postura, que a mí me parece elemental. Ustedes deben entender que son los propios militares uruguayos los que repiten constantemente que sin acuerdo previo no puede haber elecciones. Saben perfectamente que no se puede llamar a votar sin la anuencia del Partido Blanco. Y yo me ofrezco como ofrenda de paz, como afirmé recientemente en Argentina: si el Gobierno uruguayo convoca elecciones con el pleno restablecimiento de libertades que fija la Constitución, retiro mí candidatura, y aun así me resultará escaso el presunto sacrificio.

P. ¿Su regreso podrá entorpecer el calendario electoral?

R. Yo no tengo alma de mártir pero vuelvo con el signo de la alegría y de la reunificación, del reencuentro y de la venida tranquila. No vuelvo para la guerra ni para el enfrentamiento. Mis simpatizantes tienen consignas de recibirme en la más absoluta paz, con esperanza y bajo el signo de la reconciliación nacional para todos. Quiero unas elecciones realmente libres y tranquilas para mi país, sin el menor ánimo de revanchas históricas. Los problemas continuarían en el futuro si se mantienen las exclusiones y las proscripciones.

P. ¿Algo más?

R. Que regreso en son de alegría y paz. Que creo tener todo mi derecho a volver, que de nada se me puede acusar y que sólo aspiro a las elecciones libres y democráticas de noviembre sin el menor rencor ni revisionismo. Que confío en que las democracias europeas -y particularmente la española- entiendan la postura de mi partido y la arbitrariedad de mí inmediato encarcelamiento.


El viernes, Montevideo era un hervidero de rumores.

Las emisoras de radio transmitían constantemente comunicados mientras los helicópteros sobrevolaban la ciudad.

Lo dicho, no parecía que regresara un hombre con 11 años de exilio a sus espaldas, sino todo un ejército de desembarco.

La realidad es que el personaje está cansado, fatigado en extremo por una gripe y sin la menor de las ganas de ser apresado por sus rencorosos, enemigos políticos.

Pero se apresta a volver en esta noche del viernes para que nunca más, al menos, le reprochen sus detractores que siempre aduzca su condición de católico para no batirse en duelo, una práctica legal en Uruguay.

Sea como fuere, es un hombre que regresa para entregarse a quienes no le pueden soportar.

La vuelta al todo o al nada del vapor de línea entre Buenos Aires-Montevideo que habrá hecho el Ciudad del Mar del Plata.

El País, Madrid

martes, 15 de junio de 2010

ARCHIVOS DE LA MEMORIA I: HACIA EL REGRESO DE WILSON EN 1984 (4ª PARTE)


Continuamos publicando las notas vinculadas al regreso de Wilson Ferreira Aldunate, en vísperas de un nuevo aniversario del mismo, aparecidas en el diario "El País" de Madrid.

Vayan pues estos artículos a modo de homenaje, y que sirvan para mantener viva la memoria del que fue el más grande de todos.


El regreso del candidato presidencial del Partido Blanco, Ferreira Aldunate, hace crecer la tensión política en Uruguay
El Gobierno militar desmiente la renuncia del actual presidente, teniente general Gregorio Álvarez
CARLOS ARES, ENVIADO ESPECIAL, - Montevideo - 16/06/1984
El desmentido oficial del general Pedro Aranco, verdadero hombre fuerte del Gobierno, sobre un supuesto "movimiento de generales que habrían depuesto al presidente de la República, general Gregorio Álvarez", no ha hecho más que alimentar con una renovada energía los rumores cuando faltan pocas horas para el regreso, tras 11 años de exilio, de Wilson Ferreira Aldunate, proclamado candidato presidencial del Partido Blanco y a quien los militares han prometido arrestar.
La censura oficial que se ejerce sobre los periódicos ha desatado una ola de información clandestina en la que nadie puede citar fuente ni origen.

Los dirigentes del Partido Blanco que han quedado en el país se encuentran desbordados y se limitan a acreditar periodistas con una tarjeta como si se preparara para hoy un gran festival al aire libre.

Los panfletos que circulan por Montevideo confunden aún más al ciudadano. Las reuniones de manifestantes se citan en distintos lugares, y en uno de los últimos comunicados, el Partido Blanco convoca a sus militantes directamente en el puerto de Montevideo cuando ya se ha anunciado que toda la zona será bloqueada.

Anoche se clausuraron las cuatro entradas al puerto y las vallas que lo rodean fueron cubiertas con gruesas lonas verdes. La policía aún no había recibido órdenes de interrumpir el paso en la entrada a la ciudad vieja.
La Junta de Comandantes en Jefes de las fuerzas armadas decidió que la Marina se encargara de las operaciones de seguridad y de la detención de Aldunate.

El barco que trae al líder del Partido Blanco -junto con parte de su familia, dirigentes de su partido y personalidades uruguayas residentes en Argentina especialmente invitadas, además de 130 periodistas de todo el mundo atracará en el puerto de Montevideo alrededor de las once de las mañana (las cuatro de la tarde, hora peninsular).
Al descenso en el puerto
La posibilidad de que el barco pudiera ser interceptado en cuanto entre en las aguas jurisdiccionales fue descartada ante la dificultad que supondría un procedimiento militar en estas condiciones.

La interrupción ¡legal del viaje de un barco de líneas argentino originaría un incidente diplomático.

Todo parece indicar que la detención de Wilson Ferreira Aldunate y de su hijo se va a producir en cuanto desciendan en el puerto.

De allí sería conducido en helicóptero a un cuartel situado fuera de la ciudad. La coalición de partidos de centro-izquierda que se agrupa en el Frente Amplio convocó también una manifestación en el que llama día nacional de las libertades.

Las asambleas de trabajadores y estudiantes se han adherido a esa concentración, que según el deseo de todos, será pacífica.
Los militantes del Frente Amplio se reunirán a las once de la mañana en una de las esquinas céntricas para cantar el himno y luego retirarse sin marchar hacia la zona del puerto.

No habrá oradores y sus dirigentes se han propuesto no dar motivo para que las fuerzas de seguridad desaten una represión indiscriminada.
Todos los cálculos sobre la cantidad de personas que participará hoy en las reuniones de manifestantes han descendido rápidamente ante la evidencia de que las fuerzas armadas están dispuestas a copar las calles con tanques y carros de asalto, y se teme una reacción incontrolada.

El País, Madrid.



Ante el retorno de Wilson Ferreira Aldunate
AURELIANO RODRÍGUEZ LARRETA 16/06/1984
El dirigente uruguayo Wilson Ferreira Aldunate regresa hoy a Uruguay, a pesar de las advertencias y amenazas del régimen militar.

El autor de este artículo analiza las consecuencias de este retorno y pasa revista a la actual situación de tensión política en ese país latinoamericano, subrayando la necesidad de un futuro libre y democrático, necesario para su reconstrucción nacional.

El pasado 25 de mayo, el líder del Partido Nacional (blanco) uruguayo, Wilson Ferreira Aldunate, se situó en Concordia (ciudad argentina que mira a su país) y anunció ante un millar de compatriotas que regresaría al país el 16 de junio.

El Gobierno militar de Montevideo ha repetido una y otra vez que Ferreira será detenido en cuanto pise el territorio uruguayo y sometido a la justicia militar.

Pocos días después de conocerse el anuncio de Ferreira, los militares exigieron a los líderes políticos legales la apertura de negociaciones sobre la base de la última propuesta castrense de institucionalización, lo cual debía producirse no más tarde del 15 de junio, en cuyo defecto tendrían que ser suspendidas las elecciones programa das para el próximo 25 de noviembre.

El ultimátum. enrareció aún más el tenso ambiente político uruguayo y fue recibido como una jugada especialmente dirigida contra el líder del Partido Nacional, a la vez que una amenaza de alteración del calendario político establecido por el propio régimen para devolver el gobierno a los civiles.
Para despejar cualquier duda acerca de las intenciones del Gobierno, la policía de Montevideo apaleó brutalmente el 3 de junio una manifestación pacífica no autorizada, convocada por la totalidad de las fuerzas políticas y sociales democráticas.

Al día siguiente quedaron expresamente prohibidas todas las manifestaciones públicas, en decisión que confirma a los observadores la impresión de que las autoridades piensan emplearse a fondo para reprimir cualquier efecto político derivado del retorno de Ferreira.

Como era de esperar, éste ha ratificado sus planes y los blancos preparan un gran recibimiento, aun a sabiendas de que su jefe no podrá siquiera tomar contacto ni ser visto por el pueblo, ya que su detención tendrá lugar, probablemente, a bordo de la embarcación en la que llegará a Montevideo.
El diálogo con los militares
El pasado día 4, después de oír los requerimientos militares a la oposición y en vista de la actitud represora evidenciada por los demás actos gubernativos, irreconciliablemente hostiles a Ferreira Aldunate, los dirigentes del Partido Nacional anunciaban la decisión de no volver a sentarse en ninguna mesa negociadora con los militares.

Las demás fuerzas políticas -a pesar de su manifiesta solidaridad con los blancos- no acertaban con una reacción inmediata y procedían a evaluar la gravedad de la situación.

No obstante, posteriormente pudo saberse que en el seno de la Multipartidaria, de la que no está excluido ningún sector político, prevalecía el criterio de no concurrir el día 15 ni dar respuesta alguna a las propuestas militares en las actuales condiciones.

El retorno de Ferreira Aldunate es el hecho político más esperado y necesario para la sociedad uruguaya desde que, el 19 de marzo pasado, recuperó la libertad el general Líber Seregni, líder de la coalición de izquierdas Frente Amplio, privada de toda legalidad por el régimen militar.

No obstante, nadie es capaz de predecir lo que podrá ocurrir cuando una enorme masa humana como la que, según está previsto, se apretará mañana en el peligroso embudo que forman la Ciudad Vieja y el puerto de Montevideo, desafiando a cualquier prohibición autoritaria, decida reclamar sus derechos.
Wilson Ferreira se instaló en un hotel de la capital argentina el 23 de abril, en medio de insistentes especulaciones sobre su inminente regreso a Uruguay luego de casi 11 años de exilio.

Fue recibido con especial distinción en círculos oficiales y parlamentarios, al punto de que al día siguiente de su llegada almorzó con el presidente Alfonsín en la residencia de Olivos y el Ayuntamiento bonaerense le declaró huésped de honor.

El hecho tuvo inmediatas consecuencias en Uruguay, tanto a nivel popular como a nivel oficial.

El mismo día 24 de abril, apenas unas horas después del almuerzo de Olivos, llegó a Montevideo el nuevo embajador argentino.

Pero el que llegaba era nada menos que Carlos H. Perette (figura del radicalismo, ex vicepresidente con Arturo Illía, que fue depuesto por el general Onganía), y no lo hacía por los medios normales de transporte, sino que venía a bordo de la cañonera Muratore, en gesto que fue interpretado como una nueva mano echada por Alfonsín a la oposición uruguaya, por simbolizar la sumisión de la fuerza armada al poder civil.
Las autoridades del Partido Nacional se reunieron en Buenos Aires con Ferreira, quien desde diciembre de 1983, y por abrumadora mayoría de la convención nacionalista, es nuevamente candidato a la presidencia de la República.

El día 26 se decidió lanzar una urgente movilización de las bases nacionalistas para recoger firmas en uso del derecho constitucional de iniciativa popular y forzar la realización de un plebiscito que daría por tierra con todas las normas antidemocráticas del régimen militar.

En breves días se recogieron más de 600.000 firmas.
Pero simultáneamente al lanzamiento de tan sobrada como quimérica demostración de fuerza política, Wilson Ferreira envió un interesante mensaje a los militares uruguayos, aparentemente no recibido por éstos.

En un discurso pronunciado ante miles de uruguayos en Buenos Aires, el 28 de abril, Ferreira ofreció renunciar libremente a su candidatura presidencial si las Fuerzas Armadas aceptan, sin condicionamiento alguno, la restauración inmediata del Estado de derecho regido por la Constitución de 1967.
El 23 de mayo, cuando las autoridades del Partido Nacional se preparaban para presentar las firmas conteniendo la iniciativa popular, el Gobierno dictó un nuevo acto institucional en el cual se decreta que la función constituyente es ejercida exclusivamente por el poder ejecutivo.
¿Elecciones sin futuro?
El 1 de mayo, a la misma hora en que uno de cada cuatro montevideanos se concentraba junto a la clase obrera para reclamar libertad y trabajo, las Fuerzas Armadas entregaban a los partidos autorizados (los mayoritarios partidos tradicionales, Nacional y Colorado, y la minúscula Unión Cívica) una nueva propuesta de salida institucional que, respetando la realización de elecciones el próximo 25 de noviembre, supone la continuidad de la tutela militar sobre el Gobierno, la jurisdicción militar para los civiles y la autonomía de los ejércitos en la designación de sus altos jefes.

La propuesta va acompañada del mantenimiento de la proscripción para Ferreira Aldunate y Líber Seregni, pero además supone para el Frente Amplio el ofrecimiento de legalización de algunos de los partidos de la coalición, tales como el democristiano, el socialista, los sectores de origen batllista y agrupamientos de independientes.

Se mantendría el veto para el Partido Comunista de Uruguay y otros grupos afines.
Para los colorados, la oferta militar entraña, a la vez, una ventaja electoral inmediata y un serio peligro a medio plazo.

Un Gobierno presidido por su actual líder, Julio María Sanguinetti, sería bien visto por Washington, la derecha uruguaya y el capital internacional.

Pero los principios del Partido Colorado quedarían por el camino.
Es en momentos en que todos los partidos, legales e ilegales, están considerando la más digna respuesta al ultimátum y al contenido mismo de la propuesta militar -unánimemente considerada inaceptable en su formulación actual- cuando va a producirse el retorno del indiscutido líder nacionalista y probable primer aspirante a gobernar Uruguay en caso de una consulta libre al cuerpo electoral.

Nadie entiende cómo los militares podrán mantener encarcelado a Ferreira, contra una opinión pública movilizada, y pretender una negociación.
Los partidos y el conjunto de los movimientos sociales uruguayos se hallan enfrentados con un poder que no entiende ni quiere reconocer las realidades de un país al que sólo puede controlar por la fuerza que detenta.

En opinión de algunos observadores, se ha extendido demasiado la creencia de que las elecciones de noviembre son una meta irrenunciable, a cambio de la cual sólo aguarda el abismo. Amplios sectores de la oposición parecen sostener esa idea, que está beneficiando al Gobierno.
En ese sentido, el radicalismo de los blancos, exacerbado por la necesidad de conquistar la libertad y la rehabilitación política de Ferreira Aldunate, supone una saludable fuerza de arrastre ante quienes -como en el caso de influyentes sectores del Partido Colorado- se muestran proclives a aceptar algunas de las bases presentadas por los militares con tal de poder llegar a las elecciones.
Por el lado del Frente Amplio -al que el Gobierno también ha querido lanzar un anzuelo divisionista- se ha insistido en la necesidad de una respuesta democrática unitaria, capaz de lograr que las elecciones resulten todo lo libres y auténticas que deben ser para asegurar un futuro igualmente libre y democrático, y un gobierno con el apoyo popular necesario para enfrentar la gran tarea de reconstrucción económica y social.
Aureliano Rodríguez Larreta es periodista uruguayo y vive en España.

El País, Madrid

lunes, 7 de junio de 2010

ARCHIVOS DE LA MEMORIA I: HACIA EL REGRESO DE WILSON EN 1984 (3ª PARTE)


Prohibición de las manifestaciones públicas en Uruguay

AGENCIAS - Montevideo - 06/06/1984


El Gobierno militar uruguayo del general Gregorio Álvarez ha prohibido las manifestaciones y reuniones públicas en el país.


Según un comunicado del Ministerio del Interior, hecho público en la noche del pasado lunes, la medida se ha adoptado a causa de las "violencias en la calle" en que han degenerado las últimas manifestaciones, "pretendidamente pacíficas".


La prohibición afecta especialmente al acto masivo programado para el próximo día 16, en que el líder del Partido Blanco, Wilson Ferreira Aldunate, ha anunciado su vuelta a Uruguay.


El domingo pasado la policía reprimió violentamente una manifestación opositora que se desarrollaba por el centro de Montevideo.


En los enfrentamientos se produjeron decenas de heridos y numerosas detenciones.

Por otra parte, los altos mandos militares se reunieron el mismo lunes con dirigentes políticos y les urgieron a una respuesta a su proposición de un acuerdo para democratizar el país, hecha el pasado 1 de mayo.


Al mismo tiempo les informaron de que detendrán, procesarán y condenarán a Wilson Ferreira si regresa al país.


El ministro del Interior, general Julio César Rapela, convocó, por otra parte, a Líber Seregni, líder del Frente Amplio, para anunciarle la rehabilitación de algunos grupos que integran la coalición izquierdista, lo, cual ocurriría una vez se logre un acuerdo con los tres partidos habilitados: Blanco, Colorado y Unión Cívica.


El País, Madrid