martes, 30 de septiembre de 2008

UNA OPINIÓN VÁLIDA

EL FRENTE AMPLIO A LA LUZ DEL PARTIDO NACIONAL

La incertidumbre desatada en el Frente Amplio respecto a su futuro electoral, contrasta radicalmente con la situación que vive el Partido Nacional en estos días. La reunión de su Convención, realizada el pasado sábado 27, mostró a un partido unido y sólido, con convicciones muy claras respecto a cómo encarar las próximas instancias electorales, y con un discurso estructurado en base a argumentos que persiguen un único fin: obtener la presidencia en la segunda vuelta electoral de noviembre de 2009.
El optimismo nacionalista tiene razones bien fundadas. Las encuestas de opinión muestran que este partido consolidó el voto alcanzado en 2004, y que en los últimos meses ha iniciado un lento pero sostenido crecimiento. Mientras a fines de junio, Factum mostraba que la intención de voto nacionalista alcanzaba el 34%, en setiembre, Cifra & Raga ubicó ese guarismo en el 37%. A su vez, el nacionalismo presenta una competencia interna muy visible, dominada por dos figuras que representan propuestas políticas diferentes y que cubren un amplio abanico ideológico que va desde el centro hasta las posiciones más de derecha. Esta dualidad potencia al partido sin provocar mayores conflictos, pues tanto Larrañaga como Lacalle abrevan magníficamente bien en la crítica al gobierno, factor que otorga al nacionalismo consistencia y solidez en su propósito de conquistar el gobierno.
Al mismo tiempo, el Partido Nacional ha dado pruebas de contar con un razonable sentido estratégico para encarar el proceso electoral. Quien mejor ha ilustrado este aspecto es sin duda Lacalle, cuando señaló que la agenda electoral de las internas y de la elección de octubre, no pueden estar divorciadas. Ello supone que no habrá grandes enfrentamientos entre los precandidatos, pero sí una crítica dura al gobierno que los hará converger. Sin duda que cada uno de ellos pugnará por el voto nacionalista, sin embargo, intentarán hacerlo sin agredir y sin propinar golpes bajos a sus contendores. Buscarán, en última instancia, que la gente razone en torno al concepto expuesto por Lacalle: “que la gente escoja a quién ven con más aptitudes para el ejercicio de la presidencia”.
Para sellar este pacto de acción colectiva, los precandidatos nacionalistas se comprometieron a estar juntos el 28 de junio en la casa del partido, como prueba de que el objetivo partidario central es ganar la elección nacional. En suma, si los precandidatos nacionalistas actúan de acuerdo a lo expresado en la Convención, el Partido Nacional realizará el año que viene una gran elección, y el Frente Amplio deberá esforzarse muchísimo para conseguir doblegarlo.


Existe un refrán popular que sostiene que las comparaciones son odiosas. Nada más equivocado si se desea investigar fenómenos sociales. Sólo comparando se puede echar luz sobre aspectos que a simple vista parecen secundarios o accesorios. Por tanto, hagamos el ejercicio de observar al Frente Amplio a través del lente que nos ofrece hoy el Partido Nacional.
La primera diferencia que salta a la vista tiene que ver con la oferta electoral. Mientras el Partido Nacional completó su oferta de candidatos y dejó también en claro que el pleito se dirime en junio en las urnas, el Frente Amplio sigue inmerso en una profunda incertidumbre sobre quiénes serán sus candidatos y cómo se los seleccionará. ¿Se acordará la fórmula Mujica-Astori, o tal vez será Astori-Mujica? ¿Pueden surgir terceros nombres o se buscará reflotar la idea de reelegir a Vázquez? ¿Las diferencias las resolverán los líderes, el congreso, o se concurrirá a internas en junio? Estas y otras preguntas pueden sonar lógicas para los adherentes o votantes del Frente Amplio, sin embargo, muestran un escenario demasiado confuso para un público independiente que todavía no ha definido su voto.
La segunda diferencia tiene que ver con las tendencias electorales. Mientras el Partido Nacional continúa creciendo, el Frente Amplio se estancó luego de haber perdido entre cuatro y ocho puntos porcentuales del electorado, según sea la encuesta que se considere. Si esta situación se la compara con el respaldo que logra el presidente o alguno de sus ministros (por ejemplo Astori al dejar su función), las cosas parecen ser todavía más dramáticas, pues ello indica la incapacidad del partido de transformar apoyos al gobierno en intención de voto. Lo insólito del caso es que una buena parte de la dirigencia consume ávidamente esas mismas encuestas (en general, para saber cuál es la ventaja que Mujica le lleva a Astori), sin reparar que el desempeño colectivo de su partido es particularmente grave y exige un cambio de actitud.
La tercera diferencia se relaciona con el grado de cohesión partidaria. En tanto los dirigentes nacionalistas han hecho del concepto unidad una verdadera religión, en la izquierda crecen las sospechas y los tiros por elevación. La vieja guardia no termina de confiar en Astori (siguen viéndolo como un caballo de Troya), en tanto otros dirigentes más jóvenes desconfían de las intenciones reales o de la capacidad intelectual de Mujica y su entorno. Es cierto que muchos se han dado cuenta de este problema en los últimos días, sin embargo, la situación tiende a volverse más conflictiva en tanto el problema de la candidatura permanece abierto. Irónicamente, el partido que más ha brindado tributo a la unidad interna, es hoy quien más la pone en riesgo, y viceversa, los blancos que durante tres décadas permanecieron divididos, hoy son el partido que más cultiva la armonía y el acuerdo interno.
La cuarta diferencia se vincula con el discurso partidario. En tanto el Partido Nacional está cohesionado en torno a un discurso crítico del gobierno, en el Frente Amplio conviven -por lo menos- dos discursos contrapuestos: el oficialista, leal a Vázquez y dispuesta a defender in totum la gestión de gobierno; y el desafiante, que expresa una visión crítica acerca de lo actuado en el gobierno y reclama un giro a la izquierda en el eventual segundo período. Esta disyuntiva obviamente debilita el potencial electoral del Frente Amplio, sobre todo si se consideran algunos resultados gubernativos que deberían jugar a su favor y deberían estar por fuera de toda discusión programática.
La quinta y última diferencia que puedo destacar, refiere a la estrategia que cada partido desarrolla. Mientras el Partido Nacional tiene claro como competir rumbo a junio y octubre de 2009, el Frente Amplio carece de estrategia y está inmerso en una gran confusión debido a la ineptitud para seleccionar en tiempo y forma a su candidato. Así como hace cuatro años la izquierda hizo todo bien (desarrolló una excelente estrategia basada en candidatos indiscutibles, iniciativas sostenidas, un gran manejo del timing, un programa de gobierno bien presentado, y una campaña publicitaria atrayente), en esta ocasión no surge con claridad cuál será el rumbo a seguir. Esto no quiere decir que no haya dirigentes, sectores o individuos que sepan lo que hay que hacer. Me refiero al hecho indiscutible de que el Frente Amplio como organización expresa una desorientación llamativa, dada la diversidad de propuestas y caminos sugeridos.
En síntesis, las diferencias son muchas y casi todas juegan en favor del Partido Nacional. El lanzamiento de su campaña electoral en la Convención no podría haber sido mejor. Si se le compara con el estado de cosas en el Frente Amplio, su desempeño aparece como óptimo. Es cierto que mucha agua deberá correr por debajo del puente. Sin embargo, los acontecimientos de esta semana confirman que tendremos una elección muy pareja el año próximo. El principal partido de la oposición luce fuerte y sólido. El partido de gobierno navega por ahora sin rumbo, inmerso en una serie de dilemas que pueden afectar dramáticamente su chance. Para unos, brilla el sol; para otros, sólo hay nubarrones. El cambio de clima sólo puede ser el resultado de la inteligencia. Veremos si ella finalmente se impone.
29 de setiembre de 2008


Artículo publicado por Daniel Chasquetti en el blog de http://www.montevideo.com.uy/

domingo, 28 de septiembre de 2008

EL URUGUAY QUE SE VIENE

Y fue una fiesta.
Las instalaciones del Club Trouville desbordaron de banderas, de carteles, y, sobre todo, de gente.
Gente que acompañó desde la cancha y desde la tribuna los discursos de los convencionales, pero sobre todo, los de los tres precandidatos a la Presidencia que concurrirán en calidad de tales a las elecciones internas de junio de 2009.
Gente que festejó la consigna de la Convención, que es la que le da nombre a esta entrada.
Gente que se sintió más que nunca representada en las reiteradas apelaciones a la unidad expuestas por los tres precandidatos: Carmelo Vidalín, Luis Lacalle y Jorge Larrañaga.
¿El motivo de la convocatoria a la Convención? La renuncia de Jorge Larrañaga a la Presidencia del Directorio del Partido Nacional.
Un viento huracanado de democracia recorre el Partido: el Presidente del Directorio, designado por la Convención, no renuncia entre cuatro paredes para la prensa sino que lo hace frente a quienes lo designaron.
Sumémosle a esto el hecho de que en el Partido Nacional siempre fueron los ciudadanos los que eligieron a su candidato, algo que la izquierda jamás podrá decir, ya que prefieren la negociación secreta, a espaldas de la gente, y no someter a sus dirigentes a la opinión de la ciudadanía. Pero bueno, ya conocemos la falta de amor por las acciones democráticas de la izquierda nacional, las vivimos siempre en los órganos gremiales, y la sentimos día a día en las acciones de este gobierno.
Agreguémosle, a todo esto, esa imagen final de los tres precandidatos saludando en forma conjunta a la Convención, en una imagen que seguramente será tapa de los diarios y fortalecerá el espíritu de unidad partidaria.
Lo dicen las encuestas y lo siente la gente: entre los que saludaron ayer se encontraba el próximo Presidente del Uruguay. Estamos convencidos que será Jorge Larrañaga, pero queremos sumarnos al respeto por los demás compañeros, y en esta entrada no ahondaremos en este concepto, porque el tema central es la unidad.
La Convención envió ayer a todos los blancos, pero sobre todo a todos los ciudadanos, un mensaje arrollador: la unidad partidaria está y se respira, se siente.
Unidad necesaria para llamar a todos los uruguayos y convocarlos detrás de este gran Partido que no apela a ganar para gobernar para los suyos, sino que quiere ganar para gobernar para todos y con todos.
En eso estaba Larrañaga cuando recibió a José Mujica, gesto que muchos blancos quizás no entendieron, pero que le dió a la ciudadanía una señal de esperanza entre tanto divisionismo que baja desde el gobierno.
Unidad que se sigue transmitiendo cuando otra vez Jorge -¿quién otro, sino?- acudió a la sede del Partido Colorado y del Partido Independiente para convocarlos a formar parte de las mayorías necesarias para destrabar el país.
Unidad que posibilita que otro gran Partido histórico, la Unión Cívica, se integre formalmente al Partido Nacional, interpretando claramente el espíritu de la convocatoria a la unidad nacional que los tres precandidatos, pero sobre todo Jorge Larrañaga, han realizado.
Ayer, en la Convención, me sentí más orgulloso que nunca de ser blanco.
Y nunca más convencido de que ayer compartimos nuestro rol de convencional con el próximo Presidente.
Por suerte para los uruguayos, sólo será cuestión de tiempo.