miércoles, 13 de abril de 2011

RECUPERAR LA DIGNIDAD DOCENTE

En el año 2007, "Alicia Martínez estaba en un recreo de su clase de 2° año del liceo 18 de Montevideo. La docente de Idioma Español conversaba con alumnos suyos y otros de 1°. De pronto, un chico se acercó, le lanzó un puñetazo en el rostro y se fue corriendo." describe el diario "El País"
"Hoy el alumno de 13 años, del 1° 3 que fue expresamente a mi clase, se burló de una profesora y es conocido por su mal comportamiento, está de vuelta en su salón. Yo: con licencia médica", relató en ese momento Martínez al matutino.
La Directora del liceo suspendió al alumno por ¡dos días! Posteriormente el Consejo Asesor Pedagógico (CAP) extendió la suspensión por doce días, seguramente influenciados por la absurda decisión de la Directora. Martínez preguntó quien era el "jovencito de gorro hasta los ojos" que le había pegado y avisó a la directora del liceo 18 y a la adscripta. Ellas lo trajeron "en un mar de lágrimas". El chico dijo que Martínez debía "reconocer" que ella misma se había hecho la marca, que aún estaba en su cara. "Decidí entonces, terminar mi clase y dirigirme luego a la Comisaría 12 donde radiqué la denuncia policial", señaló Martínez.
"Una profesora de un liceo público ubicado en Parque Rodó describió a su lugar de trabajo como el Bronx. "Hace años que estoy desmotivada y quiero cambiar de trabajo. Sufro de un estrés importante que no pasa por la cantidad de horas laborales, pasa por todo un entorno que tiene que ver con la violencia de los alumnos. Fuman porros en la puerta del liceo, en la cara del director. El sistema los protege y a los profesores nos toca aguantar. Claro, no son las autoridades las que después tienen problemas cardíacos por el estrés", dijo la docente que prefirió no ser identificada." describe en otra edición el mismo diario, en julio del 2007.
En el liceo de Paso Carrasco, un alumno amenazó con una navaja a un docente, mientras le decía "te voy a cortar el saco". El profesor le confiscó la navaja e informó a la Dirección. Lo suspendieron ¡dos días!
"La profesora del liceo de Shangrila (Susana Álvarez) se encuentra en grave estado luego de ser apuñalada en el día de ayer a la salida del turno vespertino. Según familiares de la docente había recibido amenazas de la madre de una alumna, hecho que esta registrado en actas en el propio centro de enseñanza. Tras ser operada, la victima permanece en cuidados intensivos de un sanatorio. La mujer iba en su moto cuando fue atacada por dos adolescentes que le dieron dos puntazos y cuando cayó al piso le siguieron pegando golpes.", nos cuenta Canal 12 en su página web. 
Ya hace largo tiempo que la enseñanza en nuestro país se encuentra en un proceso de deterioro, agravado por la decisión de las autoridades de definir a la enseñanza formal como el espacio inclusor. Al respecto, corresponde realizar algunos análisis.
Desde hace varios años la educación está conducida por jerarcas que oscilan entre la ineptitud, la soledad y la terquedad.
No tenemos como país, realmente, un proyecto educativo formal. No hay rumbo, no hay metas, y por lo tanto, no hay estrategias consensuadas para llegar a un destino en materia educativa. No estamos formando con un objetivo, y si la crisis no es aún peor es gracias a los docentes, que realmente han sostenido a la enseñanza durante los últimos cincuenta años.
A alguien se le ocurrió -durante el segundo gobierno de Sanguinetti y refrendado por todos los gobiernos subsiguientes hasta nuestros días- que el liceo debía ser el espacio inclusor, donde contener a los jóvenes en peligro de situación de calle.
Corresponde señalar que creemos en las estrategias inclusoras cuando son apropiadas. Nos tocó trabajar en un proyecto -Red de Casajóvenes- que siempre nos pareció un buen punto de partida para construir un verdadero espacio inclusor, con actividades lúdicas y talleres de educación no formal y formación laboral.
La formación docente no contempla la capacitación para trabajar con jóvenes en situación de calle, por lo tanto se le exigió a los profesores una tarea para la cual no estaban formados, y para la cual, en muchos casos, no se posee el perfil.
Tampoco se tuvo en cuenta la capacidad del resto del estudiantado para absorber esto.
Resultado: el espacio educativo formal no se ha mostrado efectivo en la contención, y estamos perdiendo a los buenos estudiantes y afectando el trabajo de los buenos docentes. 
Frente a esto, crece la matrícula en los liceos privados, estamos guetizando a la educación pública. En vez de incluir a los que se salieron del sistema, estamos perdiendo a los que están adentro.
La discusión por los resultados de las pruebas PISA son de una hipocresía repugnante: las mismas autoridades responsables por la pauperización de la enseñanza son las que ponen el grito en el cielo por los bajos resultados, pero siguen pidiendo bajar el nivel de exigencia para contener a los que se salen del sistema educativo.
La sociedad se está desintegrando y se están perdiendo los valores que alguna vez fueron parte de la identidad nacional. Esta situación afecta a los alumnos y traslada la misma al interior de las aulas, siendo esta una de las causas de la falta de respeto a los docentes. Pero también es justo decir que con medidas como las relatadas al principio de esta nota difícilmente se pueda manifestar que se protege la integridad del docente.
Cuando éramos estudiantes, a nadie se le ocurría hacer frente a un profesor de forma violenta. Primero, porque sentíamos respeto por el rol, tal cual nos enseñaron en nuestra casa. Segundo, porque sabíamos que detrás de la agresión sobrevenía la expulsión, y por todo un año no podíamos ni rendir exámenes en todo el territorio nacional. Hoy te golpea un alumno, y lo suspenden dos días. Los padres de esos alumnos, tan faltos de valores como ellos, amenazan impunemente, a sabiendas que el sistema prefiere proteger su mala educación antes de proteger al docente que intenta educar. Por suerte, la gran mayoría de los alumnos y la mayoría de los padres aún recorren un camino de respeto.
Los docentes nos debemos una discusión profunda. Nuestra visión en la educación no está representada -mucho menos por el consejero que habló de suspender las clases por un año-, y debemos exigir respeto y seguridad laboral. Y si hay que tomar medidas de lucha, recordemos que la integridad física y mental es más importante que unos días de descuento en nuestro salario.
Está en juego la calidad de nuestro trabajo. Pero, por sobre todas las cosas, también está en juego la calidad de la enseñanza que reciben los estudiantes y que -por suerte- aún valoran la gran mayoría de los padres que siguen apostando por la educación pública.
No esperemos a que sea demasiado tarde.

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