domingo, 7 de marzo de 2010

FELIZ DÍA, TODOS LOS DÍAS


En pocas horas ingresaremos al 8 de marzo y se conmemorará un nuevo Día Internacional de la Mujer. Miles de ellas recibirán saludos, homenajes o harán algo fuera de lo común, dependiendo de las posibilidades y de la importancia que le asignen a la fecha de marras.

Está bueno que aprovechemos la ocasión para hacer un reconocimiento a aquellas mujeres que, por su cercanía, tienen o han tenido más que ver que el resto de los mortales en nuestra vida, aunque más no sea por gentileza, cariño o galantería. Y lo vamos a hacer, a sabiendas que lo que estaremos haciendo con cada una de las receptoras de nuestro saludo es alimentar esas conexiones afectivas que nos recuerdan de tanto en tanto lo agradable que es sentirnos afectivamente humanos, o humanamente afectivos en un mundo cada vez más individualista.

Al margen de lo onomástico, el Día de la Mujer debe ser festejado, recordado y -fundamentalmente- honrado todos los días.

Esas mujeres, madres, abuelas, esposas, amigas, amantes, compañeras, hijas, nietas o el vínculo que debamos o podamos tener con cada una de ellas, no tienen los mismos derechos que nosotros los hombres.

Deberían tener los mismos derechos si desarrollaran las mismas tareas. Pero encima de eso, estas mujeres no han tenido mejor idea que superarnos, ya que realizan todas las tareas que los hombres realizamos, pero además continúan cargando con la mayor parte de las deberes del hogar, con algunas concesiones que los hombres hacemos al respecto para parecer buenos negociadores. En el fondo nos creemos ese verso, pero ellas saben mejor que nosotros que pretendimos engañarlas, sólo que lo callan y de esta manera nos tienen en sus manos. Y si esto no es cierto en todos los casos, es aún más lamentable, ya que en aquellos ¿hogares? donde existe una relación de dominación por parte del hombre, física o sicológica, tenemos una enorme lesión de derechos que debería ser inconcebible en pleno siglo XXI. Inconcebible, pero existe.

Si todo lo anterior no fuera poco, las mujeres cargan con la responsabilidad de ser madres biológicas, esto es, la creación de cada uno de nosotros depende de los dos progenitores, pero la supervivencia depende enteramente de la madre. De ella nos alimentamos durante la vida intrauterina, de ella nos alimentamos en la mayoría de los casos luego del nacimiento, y aún en las peores circunstancias nos entregan su amor casi incondicional. Recordemos que los bebés humanos, a diferencia de la mayoría de las especies, son de las pocas criaturas que no pueden valerse por sí mismos. ¿Y los padres? Muchos -por suerte- asumen la paternidad con responsabilidad y amor, pero muchos también se desentienden, o rivalizan, o intentan destruir a ese hijo en camino.

No en vano el planeta que nos alberga -la Tierra- es femenino. Con este nombre, o con Gaia, o con el nombre que lleve en cada cultura, se reconoce el valor de lo femenino. La mujer no precisa un monumento. Tiene en el género de nuestro planeta el mayor reconocimiento que pudo haber recibido ser vivo alguno.

Saludemos pues a cada una de las mujeres que veamos mañana. Pero recordemos todos los días nuestra deuda, y pongamos cada día un poco más de nosotros para acortar la brecha. En la construcción de una sociedad más justa comencemos por eliminar la mayor injusticia. Sólo se requiere voluntad.

Lo del título.




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