martes, 6 de mayo de 2008

LA VERDADERA REFORMA EDUCATIVA


El gobierno ha anunciado la presentación en el Parlamento, para la segunda quincena de mayo, de un nuevo proyecto de ley de educación.
Este tan anunciado proyecto, construido entre cuatro paredes por los profetas iluminados del Frente Amplio, carece desde su gestación de los apoyos necesarios, y sólo será aprobado por la mayoría circunstancial que la izquierda posee -por pocos meses más- en el Parlamento, lo que sólo nos asegura una ley de educación de recorrido efímero en nuestro país, justo lo que menos necesitamos.
La probable nueva ley, no fue discutida previamente con la oposición (y en el Parlamento se permitirá una discusión casi de trámite administrativo), no cuenta con el apoyo de las gremiales educativas, y su único objetivo parece ser, simplemente, no perder la oportunidad de eliminar la ley de educación de Sanguinetti (que tampoco es una maravilla, justo es decirlo), como comentó un diputado del gobierno.
La discusión entre los gremios de la enseñanza y el gobierno debió haber recorrido caminos que pasaran por analizar una mejor calidad educativa, un mejor y más efectivo producto para entregarle a sus destinatarios, los jóvenes estudiantes. Sin embargo, todo el conflicto verbal entre ambas partes pasó por la cantidad de docentes que debían ocupar los cargos directivos de la enseñanza.
La primera pregunta que uno debe hacer cuando construye un proyecto es "¿Para qué?" Un nuevo proyecto educativo -que hace falta- tiene que estar al servicio de un proyecto de país. Cada vez que nos ponemos a pensar cómo se sale de esta crisis económica y de valores que los uruguayos estamos viviendo, siempre surge una respuesta: con más educación, con mayor diversificación, y de mejor calidad. En ninguna parte de las declaraciones de los diferentes actores se dedicó siquiera un segundo en analizar cómo se plantea mejorar la calidad educativa.
La discusión estuvo signada por determinar cuántos cargos se le van a dar a los docentes. Los gremios intentan equiparar a los gobiernos de Primaria, Secundaria y UTU con el cogobierno universitario, lo cual es un espejismo planteado en forma facilista y tendenciosa. El interés de fondo pasa por aumentar el corporativismo en la enseñanza, cuando las políticas educativas básicas y su implementación es un deber de los gobiernos. Como ocurre en la Universidad, cuyo cogobierno tiene razón de ser porque los destinatarios son todos mayores de edad, la independencia trajo como consecuencia la partidización de las corrientes gremiales en todos sus órdenes. Esto se tolera cuando todos los actores suponen poseer conciencia cívica -todos votan en las eleciones nacionales-, pero imaginemos las consecuencias de una puja entre una corriente afín al Frente Amplio y otra afín al Partido Nacional por el control del Consejo de Primaria. Caótico, ¿no?
Aquí no se estan planteando las discusiones de fondo. Aquí no se discute los contenidos de los programas de, por ejemplo, Secundaria, ni el perfil de egreso del estudiante. Aquí no se analiza cómo elevar la alfabetización de la sociedad uruguaya, cuando se ven docentes que escriben con faltas de ortografía.
Acá no se discute cómo se logra la socialización de los jóvenes de calle, que no es a través del liceo, y se ignora para tal fin la infraestructura deportiva subutilizada. Aquí no se encuentra una sola coma, a favor o en contra, de terminar con el monopolio de la educación terciaria pública, y construir nuevas universidades -no facultades- en todo el país, con contenidos acordes a las necesidades de la región dónde se ubican. ¿Alguien puede defender aún que las Facultades de Agronomía y Veterinaria se encuentren en Montevideo y no en el Interior, y en el caso de la segunda, en pleno centro de Pocitos?
No se pierde ni un sólo segundo en pensar cómo estimular a los más capaces y convertirlos en investigadores y/o científicos de nivel, que puedan -y deban- volcar sus conocimientos en el desarrollo de nuestro país. Se iguala para abajo, y se expulsa a los más capaces por falta de motivación.
Acá no se coordina con los mercados laborales hacia dónde se va. Seguimos estimulando la formación de profesionales tradicionales, que ocuparán, si pueden, mercados saturados, y no estimulamos la formación de personal técnico para las empresas que se instalan en nuestro territorio, o para desarrollar aún más el diseño de software, que tantas satisfacciones -y divisas- le ha dado a nuestro país.
El gobierno sigue pensando con mente pequeña y mezquina. Ya regalamos tres años, que más que del siglo XXI parecen haber transcurrido en la época del oscurantismo y de la inquisición.
Sólo falta la quema de libros, tan afín en otras manifestaciones de izquierda.
Esperemos no darles tiempo.

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