domingo, 26 de agosto de 2007

¡A MODIFICAR, QUE SE ACABA EL MUNDO!

Una serie de hechos, entre los cuales podemos fijar como centro la propuesta del Director de la OPP y precandidato del Frente Amplio (otro más, y van...) de reformar la Constitución para cambiar las reglas electorales, deben analizarse en un contexto más amplio que el de vislumbrar un intento del gobierno de perpetuarse en el poder como sea, en momentos que su imagen se va despedazando, el triunfalismo va desapareciendo, y los nervios de sus dirigentes aumentan en progresión geométrica.
Aprovechando sus bien logradas pero muy mal empleadas mayorías parlamentarias, este gobierno autoritario, poco respetuoso de las libertades formales, en vez de adaptarse a los dictados de la Constitución, cuando tiene un conflicto entre éstos y sus intereses, opta por modificar o interpretar a su manera la Carta Magna. Podríamos citar muchísimos casos en lo que va del período, pero el Gobierno nos ha regalado en los últimos días, enpaquetados para su consumo, varios ejemplos de esto.
Arrancamos hace pocos días con el IRPF a las jubilaciones, lo que motivó -y sigue motivando- la interposición de varios recursos por parte de los jubilados. Prosigue con el conflicto de los guardahilos de ANTEL, que al presentar éstos a la Justicia sus reclamos, y aparecer los primeros fallos en contra del gobierno, por Rendición de Cuentas intenta anular estos fallos y los que siguen, pasando los juicios a la órbita del Tribunal de lo Contencioso Administrativo, violando claramente la Constitución.
Llegamos al tema más actual. La reforma electoral anunciada por Enrique Rubio, además de ser una pantalla para evitar seguir hablando del ajuste fiscal titulado IRPF, del problema de la salud y su pésima reforma anunciada, del asado del Pepe, ya ridiculizado en los medios de prensa, y de la valija viajera del venezolano Antonini y sus vínculos con este gobierno, plantea modificar las reglas electorales con planteos que buscan favorecer la perpetuidad del mismo, contagiado de los continuismos cuasi ilegales de Chávez y Evo Morales, y los más legitimados, pero continuismos al fin, de la familia Kirchner y de Lula Da Silva.
Todos los elementos electorales planteados por Rubio sólo buscan favorecer al Frente Amplio. Este gobierno ya no va a tener el cincuenta por ciento de los votos, y en un ballotage sólo cabe esperar su derrota, por eso hay que eliminarlo. El voto consular o epistolar busca que aquellos que no viven en el país, y no sufren las consecuencias de este gobierno, puedan votar a favor de su recuerdo místico y desactualizado del Frente Amplio. Y de yapa, la propuesta de volver a juntar las elecciones nacionales con las municipales surge del análisis de los resultados de mayo del 2005, donde en departamentos en los cuales el Frente Amplio había ganado en octubre, sus candidatos fueron derrotados por los candidatos nacionalistas.
La propuesta encierra miedo. Miedo a irse de este gobierno más rápido de lo que se llegó, miedo a la caída del Frente Amplio como partido mayoritario, miedo a la crisis interna, escondida por la acción del gobierno, y miedo a las consecuencias judiciales de los actos de este gobierno, si la justicia sigue manteniendo los celosos criterios con los cuales se ha manejado en este período. Esa es otra reforma que se viene: el gobierno va a plantear, si ve que va a perder el gobierno en la próxima elección, la desaparición de delitos y la minimización de las penas con las que se están juzgando en este momento la acción de gobernantes anteriores, no vaya a ser que desfilen por juzgados y cárceles varias prominentes figuras de la izquierda.
Recordemos que este gobierno negó a la oposición el derecho, planteado en el Parlamento por quien escribe, de investigar la gestión de los actuales directores de entes autónomos y servicios descentralizados.
Por algo será.

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